Director: John Sayles. Intérpretes: David Strathairn, Mary Elizabeth Mastrantonio, Vanessa Martínez, Herminio Ramos y Kris Kristofferson. País: Estados Unidos. Año: 1999. Producción: Green/Renzi. Distribución: Columbia TriStar. Guión: John Sayles. Fotografía: Haskell Wexler. Música: Mason Daring. Duración: 126 minutos. Género: Drama. Público apropiado: Adultos
Imágenes de la película
Decía Carlos Boyero, tras la proyección de la LIMBO en el festival de Cannes:
"La distribución y la exhibición convencionales nunca podrán aceptar, y menos promocionar, a Sayles, un director inetiquetable, errante, perpetuo fuguista de cualquier compromiso comercial y mezquino, artista que se pasa la vida cruzando fronteras a la desesperada búsqueda de ozono, inventor de personajes a la deriva que buscan un hueco respirable en los pantanos de Florida, en el Oeste más perdido, en la isla de las Focas, en los bosques de Latinoamérica, en Groenlandia o en Alaska.
Inmortal
En la que fue tentadora, arriesgada y mítica Tierra del oro, donde el hambriento y enamorado Chaplin se comía unas botas con cuchillo y tenedor y soñaba con un amor inalcanzable en la inmortal La quimera del oro, se desarrolla Limbo, poblada por gente con un pasado que deja cicatrices profundas pero que no se ha permitido encanallarse o volverse ruin a pesar de tanto fracaso, gente que habla poco con la boca pero sugiere todo con su mirada y con su actitud, que sigue sin tirar la toalla, aunque su escepticismo vital les haga decir en una reveladora conversación o desolada autoconfesión: «Las mujeres son extrañas, los hombres son estúpidos, las noches y los inviernos son muy largos». Cuenta el encuentro entre una cantante adulta, hastiada y espléndida a la que ya no le queda tiempo para triunfar pero que sigue cantando por el estado de gracia que alguna vez halla al expresar sus sentimientos más íntimos mediante algunas canciones a los solitarios y escasos oyentes de los tugurios, y la comunicación que establece con ellos, su hija, una adolescente tan imaginativa como sensible y sufriente, y un viejo marino y gran promesa juvenil del baloncesto al que todo se le torció en la jodida vida, al que un accidente le privó de ser una estrella del deporte y otro más trágico, de su amado barco, con la consecuencia de que el segundo le hace arrastrar un imborrable sentimiento de culpa ya que en él murieron dos de sus mejores amigos.
Este insólito trío, al que rodean un digno e indigno zoológico de perdedores, llegará en las circunstancias más peligrosas, en medio de una indeseada aventura que acabará en una isla solitaria huyendo de los traficantes de drogas que pretenden cargárselos, a formar una especie de cálida e indestructible familia, lo que siempre buscaron en vano. John Sayles, que sabe tanto de la vida como del cine (por eso le amo, por eso me identifico con su obra), describe admirablemente la complicada relación de estas tres personas y nos deja con un final abierto, en el que es tan probable la salvación como la muerte, pero después de haber vivido intensamente lo que merece la pena ser explorado, de haber conocido una fugaz plenitud.
Para completar la fiesta, me encuentro con el habitual núcleo profesional de Sayles, que incluye a esos tíos con dos cojones llamados David Strathairn y Kris Kristofferson (nunca olvidaré, Billy The Kid, tu protector y épico abrazo en medio de la indiferencia de Dylan y de sus colegas a la blasfema calva, a la acorralada y a punto de linchamiento Sinnead O'Connor) y de la hermosísima Mary Elizabeth Mastrantonio, perteneciente a ese enamorable grupo de mujeres que incluye a Genevieve Bujold o a la difunta Rommy Schneider, que si de jóvenes eran guapas a secas, a medida que envejecen alcanzan el aura de las diosas."
1 comentario:
Publicar un comentario