Próximas proyecciones en el CineClub Imaginario

2011
enero
viernes 7
LA CLASE (ENTRE LES MURS) (Laurent Cantet)Francia, 2008
viernes 28
21 GRAMOS (Alejandro González Iñárritu)
EUA, 2003


Casa de la Cultura de Valencina (Sevilla) España, 20:30 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

20070517

Programación

Sábado, 19 de mayo de 2007
El viento nos llevará (Abbas Kiarostami) Irán, 1999

Sábado, 9 de junio de 2007
(Clausura de la temporada)
Cruzando el puente : Los sonidos de Estambul (Fatih Akin) Alemania, 2005

El viento no llevará (Abbas Kiarostami) Irán, 1999

Bad ma ra khahad bord

Irán, 1999, 118 minutos
Dirección: Abbas Kiarostami
Producción: Abbas Kiarostami, Marin Karmitz
Guión: Abbas Kiarostami
Fotografía: Mahmoud Kalari
Música: Peyman Yazdanian
Protagonistas: Behzad Dourani, Noghre Asadi, Roushan Karam Elmi.

Despierta nuestra admiración el cine iraní por su peculiar manera de explorar sus propias limitaciones, extrayendo de ellas un cine totalmente renovado, fresco y original. No es una postura a priori, sino confirmada cada vez que asistimos a una nueva proyección. En el panorama del cine iraní, la figura más brillante, junto con Majid Majidi (El color del paraíso, Baran) es la de Abbas Kiarostami (A través de los olivos, Y la vida continua). Se trata de una hermosa película, la más compleja y personal, que se inscribe en la línea de El sabor de la cereza (film que se evoca repetidamente) y en la que el director utiliza una vez más el cine para tratar sobre la vida, la muerte, la moral, la humanidad en suma.

Sinopsis: Un grupo de la televisión acude a un pueblo distante 700 kilómetros de Teherán a filmar un acontecimiento popular: una ceremonia fúnebre, misión que mantendrán encubierta. El film trata sobre la espera, ese tiempo muerto que transcurre mientras la muerte de una anciana que "tiene 100 o 150 años" –según su nieto– demora en llegar. Las primeras imágenes anticipan todo el film: el camino pedregoso tan caro al director, sinuoso entre colinas, el que todos hacemos y deshacemos, y que no lleva a ninguna parte, o a todas.

La narración se centra en la figura de Behzad, el director del equipo, y en su vínculo con la gente del lugar: con cada uno comparte una experiencia, y lo que sucede está narrado a través de su punto de vista. Su grupo de trabajo, de tres colaboradores, nunca está en escena, se mantiene fuera de campo, o directamente desaparece cuando lo necesita. La gente de la ciudad nunca hace explícito el motivo de su visita al pueblo, se habla vagamente de un tesoro, y los residentes le adjudican al director el honroso título de ingeniero.

Durante la espera, Behzad recibe, desde la capital, llamadas apremiantes de su productora. La señal sonora no llega a su teléfono celular, por lo cual corre por todo el pueblo y debe conducir hasta una colina cercana, donde está el cementerio, para poder sostener una comunicación. Los días se suceden rutinariamente y sin novedad, las llamadas se vuelven más apremiantes, y una y otra vez Behzad debe repetir su viaje al cementerio. La cámara filma el recorrido de su camioneta por otro camino circular, permaneciendo fija en el mismo lugar, con la misma luz, captando los mismos movimientos, una y otra vez, hasta volverse un ritual. Pero la cuarta vez que sucede no resulta igual a la primera: para entonces, la impaciencia del director y su equipo ha ido en aumento, y se evidencia el extremo de incomprensión de la gente de la ciudad, que le exige la seguridad de que algo sucederá próximamente. La exasperación del director estalla y su enojo se vuelca contra los más débiles: el muchachito que lo asiste en la aldea y una tortuga, obvio símbolo, que se cruza en su camino.

El título proviene de la popular poeta feminista Farough Farrukhzad: es el último verso de un poema citado en la escena más enigmática e inolvidable del film. Behzad acude a la casa de la novia del excavador que ha conocido en el cementerio, y con la excusa de conseguir leche, conversa con su novia, en un mágico momento de seducción. La escena tiene lugar en una caverna apenas iluminada por una lámpara a ras del piso, y sólo vemos las manos y la falda de la joven, quien conserva todo su pudor frente al extraño. En un país donde una mujer soltera no debe estar sola con un hombre, estos planos motivaron la prohibición del film, por su alto contenido erótico.

Si bien esta es una película de hombres, Kiarostami encara por primera vez la figura de la mujer –asombrosamente, una de ellas atiende el café del lugar– dejando el tema abierto a posteriores tratammientos.

Aunque por momentos resulte morosa, los motivos de la película la hacen absolutamente inquietante: las repeticiones cíclicas, la situación ambigua, las llamadas crípticas que recibe desde la ciudad que también hablan de muerte, sus charlas con el enterrador, a quien nunca vemos, la conversación en la cueva a oscuras con su novia, quien tampoco se muestra, el poema que propone ser llevados por el viento, llenan el vacío creado por la espera.

Kiarostami intensifica en este film su crítica social: durante toda la historia subyace una mirada irónica hacia el hombre de ciudad, en absurdo contraste con la gente del pueblo, que tiene otros tiempos y sabe observar la naturaleza, vive el presente y respeta los ritmos naturales. El chiste del celular acentúa esa ironía: a la cuarta vez que sube la colina, la situación ha pasado a ser ridícula. El director, que está deseando hacer una filmación, no tiene los elementos ni la gente para cubrir la noticia cuando algo altera la paz del pueblo.

La importancia del fuera de campo adquiere mayor significación cuando nos enteramos de que a veces es el mismo Kiarostami quien está en lugar del protagonista: él es quien interroga al chico, al maestro, al joven que le confirma la importancia ritual del esa ceremonia fúnebre que están esperando. De esta manera, la identificación del director real con su personaje en la ficción es absoluta, y la ironía se transforma en autocrítica ácida hacia el vínculo entre los cineastas y la gente común, como hemos visto ya en A través de los olivos y La vida continúa.

Algunos objetarán que el más grande realizador iraní nos ofrece más de lo mismo. Kiarostami ya ha llegado a la categoría de clásico: como tal, volverá una y otra vez sobre sus temas y motivos, se cita a sí mismo recurrentemente, pero –y ésta es la clave– en una vuelta más de espiral. En esta obra maestra radicaliza aspectos elaborados en otros films: hay muy poca información, mayor ambigüedad, y un uso permanente del fuera de campo. La película puede verse en clave de Borges, quien decía escribir siempre el mismo poema.

En su conocida articulación entre ficción y documental, Kiarostami hace un film escamoteando casi la mitad de la realidad. Evita cuidadosamente el contraplano, y así el espectador debe completar los diálogos en su imaginación: nunca vemos a los colaboradores con los que habla Behzad, no vemos lo que él ve, nunca accedemos a la anciana enferma, ni vemos el rostro del excavador del cementerio con quien dialoga el ingeniero, ni el de su novia. Kiarostami hace un arte de la ocultación, y el espectador pasa a tener un rol activo en la obra. Si la primera toma es un camino zigzagueante, como los de El sabor de la cereza o La vida continúa, la sinuosidad se repite en el ascenso al cementerio, en el viaje en moto de un anciano que da lecciones de vida, en el increíble recorrido que hace una manzanita al caer en tierra, y por fin, en las curvas del arroyo de la toma final. La maravillosa arquitectura laberíntica del pueblo lleva a los habitantes a moverse entre casas superpuestas, arracimadas, pasando de una escalera a una terraza, y de ésta a una calle, en un itinerario que se hermana con los otros recorridos. Kiarostami fue también pintor, y como los clásicos, repite el rasgo en zigzag, como Cézanne reitera la diagonal.

Antes que sobrevenga la muerte, deberán cumplirse los infinitos gestos que la preceden, inexorablemente. Mientras tanto, ¿qué es lo que muere? Acaso un modo de esperar la muerte, una forma de vida que ya no será la misma después de esta invasión de operadores y teléfonos celulares.

20070502

Programación mayo - junio 2007

Viernes, 4 de mayo de 2007
(La especulación urbanística a debate)
La tierra prometida (Sunshine state) (Jonh Sayles) EUA, 2002

Sábado, 19 de mayo de 2007
El viento nos llevará (Abbas Kiarostami) Irán, 1999

Sábado, 9 de junio de 2007
(Clausura de la temporada)
Cruzando el puente : Los sonidos de Estambul (Fatih Akin) Alemania, 2005


Todas las proyecciones son en la Casa de la Cultura de Valencina a las 20,30h.

La entrada es libre

La tierra prometida (John Sayles) EUA, 2002

TITULO ORIGINAL: Sunshine State

Director: John Sayles. Intérpretes: Edie Falco (Marly Temple), Jane Alexander (Delia Temple), Angela Basset (Desiree Perry), Timothy Hutton (Jack Meadows), James McDaniel (Reggie Perry), Bill Cobbs (Dr. Elton Lloyd), Miguel Ferrer (Lester) y Mary Steenburgen (Francine Pinkney). País: Estados Unidos. Año: 2002. Producción: Maggie Renzi para Sony Classics. Guión: John Sayles. Música: Mason Daring. Fotografía: Patrick Cady. Montaje: John Sayles. Estreno en Madrid: 25-IV-03. Distribuidora cine: Columbia. Distribuidora de vídeo: Columbia. Duración: 141 minutos. Género: Drama. Público adecuado: Adultos.

Si hubiera que elegir al cineasta estadounidense independiente más completo, polifacético e interesante, seguramente ganaría John Sayles, director, guionista, montador y a veces compositor de películas de la talla de Passion Fish, El secreto de la Isla de las Focas, Lone Star, Hombres armados, Casa de los babys o Limbo.

En ellas, Sayles disecciona comunidades variadas cuya identidad cultural y social es puesta en peligro por diversas amenazas. En La tierra prometida le toca el turno a Florida y, en concreto, a un pueblo costero que se disputan varias empresas inmobiliarias. En torno a sus especulaciones se cruzan los dramas íntimos de una docena de personajes que tienen otra oportunidad de reencauzar sus maltrechas existencias.

Sayles enlaza todas las subtramas de forma magistral gracias a un guión sensacional, unas interpretaciones excelentes —destaca Edie Falco— y una planificación sugestiva, incluso cuando juega la carta onírica. Atrae especialmente la profunda humanidad de la mirada de Sayles, consciente de las miserias humanas, pero también abierta a sus grandezas y a su trascendencia sobrenatural. Sin sermones, con una frescura muy oxigenante —también en sus incorrecciones políticas—, Sayles da un varapalo a la tentación materialista y le lanza un órdago invencible con cuatro reyes: la espiritualidad, la cohesión familiar, la amistad leal y el trabajo bien hecho.

SINOPSIS

En Florida, la Isla Plantación es un lugar donde los promotores planean cambiar un modesta comunidad de veraneo por un enorme complejo turístico para las vacaciones de verano de los americanos del norte. La gente local, que vive allí desde hace muchos años, están divididos entre los que quieren tomar el dinero en efectivo que les ofrecen y los que quieren seguir permaneciendo en sus tierras. Así asistimos a la vida de varias personas, como Desiree, una mujer de visita en su pueblo natal para reconciliarse con su madre, y que entabla amistad con la dueña de un motel.

"Es quizás la lección cívica más profunda jamás metida en un film de 141 minutos (...) Crea un mosaico cinematográfico de vidas americanas sin precendentes en su amplitud, balance, sutilidad e imparcialidad." (Stephen Holden: The New York Times)