

País: China.
Año: 2006.
Duración: 101 min.
Género: Drama.
Interpretación: Li Baotian (juez Feng), Yang Yaning (Yang), Lu Yulai (Ah-Luo).
Guión: Wang Lifu.
Producción: Liu Jie y Hsu Hsiao-Ming.
Fotografía: Harrison Zhang.
Montaje: Liao Ching-Song.
Dirección artística: Cao Jiaan.
Estreno en España: 23 Mayo 2008.
Página oficial de la película
Película completa (en 7 partes)
SINOPSIS
Provincia de Yunnan, al sudoeste de China. Un tribunal ambulante recorre los sinuosos caminos en su gira anual. El viejo Feng es el juez. Su secretaria, Yang, está a punto de jubilarse. Les acompaña el joven juez Ah-Luo, que se estrena en esto de las giras. Un caballo viejo transporta la insignia nacional, los expedientes y todas sus pertenencias. Un viaje fuera de lo común por la China rural y sus minorías étnicas, en donde, a través de los conflictos, se nos muestran tradiciones y leyes ancestrales y cómo la justicia del Estado choca con la sabiduría campesina.
Con un tempo lento y una actitud contemplativa, el debutante Liu Jie nos lleva por peligrosos senderos hasta rincones apenas explorados de una China rural, por hermosos desfiladeros y altas montañas que son todo un reto para el individuo, minúsculo en tan extenso territorio pero grande cuando la cámara se acerca a cada una de esas minorías étnicas. Porque las localizaciones son ciertamente de gran belleza, pero el director sabe no perderse en ellas y evitar que se conviertan en estampas de promoción turística. En cambio, Liu Jie sí pone todo el interés en recoger la sencillez de unos modos de vida que atienden más al sentido de supervivencia y a los buenos sentimientos que a cualquier normativa legal o a la fría burocracia. No sólo se entretiene en mostrarnos algunos de los casos con un sentido del humor tan esperpéntico como desconcertante, sino que también se acerca a los personajes con una enorme delicadeza y sensibilidad.
A través del trío protagonista queda reflejado un mundo en transición desde la tradición a la modernidad. El juez Feng encarna la sabiduría y astucia de la experiencia a la hora de resolver los conflictos, y un conocimiento profundo de las personas y de las particularidad locales; Ah-Luo se nos muestra con un ímpetu juvenil que busca resolverlo todo con la aplicación frontal e intransigente de la ley; y Yang es el mejor modelo de fiel compañera que compensa la energía de su jefe con paciencia y mansedumbre, y que lleva veinte años queriendo mostrar sus sentimientos al juez. Una callada y delicada historia de amor apenas insinuada, dos personas que hacen su último viaje poniendo orden en los pueblos pero que no saben hacerlo en sus vidas, y otra que anuncia nuevos e inciertos tiempos para la China del siglo XXI. El largometraje comienza como una concatenación casi cómica de situaciones de lo más disparatadas, como la del cerdo "acusado" de remover los restos de los antepasados de un campesino o el robo del escudo del Estado, pero va cogiendo cuerpo dramático conforme avanza y logra algunas escenas llenas de ternura y aire cargado de nostalgia, hasta desembocar en un trágico final con sabor metafórico al aludir al penoso sistema judicial chino (simbolizado en el escudo que porta el juez).
Una realidad tan primigenia no podía ser filmada con artificio formal ni con un elaborado montaje, que le hubieran quitado su frescura natural. Por eso, la sencillez de sus personajes encuentra su correlato en una planificación transparente que no quita protagonismo al tema, con preferencia por los planos fijos y por una cámara que se sitúa discretamente donde pueda recoger los encuentros sin interferir. La fotografía y la ausencia de música incorporada desde fuera aportan el naturalismo que la historia encierra, con momentos de contenida y soterrada emoción, en especial entre Feng y Yang.
Está claro que no nos encontramos ante una película que busque de frente el entretenimiento ni que ceda ante las exigencias de la taquilla, sino más bien ante una mirada un tanto crítica y aparentemente ingenua a una de las realidades que vive la China actual. Una mirada pura y sin contaminar de occidentalismo para una cinta que camina a ritmo lento y con algún altibajo narrativo, bien interpretada por la pareja protagonista, y magníficamente fotografiada por Harrison Zhang. Una cinta cómica al principio y poética al final, bien contada pero que tarda en alcanzar su sentido pleno, ardua, tediosa e incluso aburrida para quien no esté acostumbrado al cine oriental sin adulterar (nada que ver con Wong Kar Wai, Zhang Yimou o Ang Lee), meritoria y auténtica en su original historia y en su costumbrista puesta en escena. (Comentario deJulio Rodríguez Chico).